TEXTOS

Entre leyendas y ficciones. Estado, partidos y artiguismo (*)  Jaime Yaffé (**)

El de los usos recíprocos entre política e historia es un viejo tema. La cuestión de la utilización política de ese fragmento de nuestra historia que está identificado con la acción pública de José Artigas es sin dudas un caso particular y muy revelador del uso político de la historia. Está lleno de problemas, de visiones, de revisiones. Y también, claro, de ficciones construidas a partir  y también a costa de la realidad. Siempre y en todo caso construidas más bien a partir de las necesidades e intereses del presente de quien las elabora – las visiones, las revisiones, las ficciones- que de la realidad histórica tal cual fue; o mejor dicho tal cual podemos suponer que fue a partir de los vestigios que de ella, de él en este caso, nos han quedado a disposición. 

Como sucede con todo personaje del pasado que ha sido elevado al estatus de héroe, los usos políticos de Artigas refieren fundamentalmente a dos tipos de actores: por un lado su utilización por el Estado; por otro su apropiación y uso por los partidos. Para un Estado que como el uruguayo debió contruirse institucional y simbólicamente por sobre la fractura sangrienta que durante décadas  separó a blancos y colorados, Artigas pudo ser el referente que antecediendo a la configuración de esos dos bandos fuera patrimonio compartido sin mayores disputas por ambos. En definitiva, los partidos tradicionales renunciaron al intento de apropiación del caudillo oriental cediendo su uso al Estado que terminaría afirmando su poder, entre otros recursos, en base a la pretensión representativa de una nación de la que Artigas habría sido (entre otras cosas) padre fundador.

De allí entonces que mienras blancos y colorados coformaron sus respectivos panteones partidarios con héroes propios y exclusivos (Rivera, Flores, Lavalleja, Oribe, etc) reservando la figura de Artigas para el uso compartido del Estado cuya conducción y administración compartieron durante la mayor parte del siglo XX, los terceros en discordia siempre pudieron apelar a José Artigas como su propio referente. El caso culminante de este fenómeno está, a mi juicio indudablemente, constituido por el intenso uso que el Frente Amplio ha hecho de Artigas desde el momento mismo de su nacimiento como coalición política. “Padre Artigas, guíanos”,  gritó Líber Seregni al término del discurso dado en la explanada municipal de Montevideo el 26 de marzo de 1971. Su posterior institucionalización, dictadura mediante, como el tercer y más importante partido del sistema político uruguayo no hizo más que confirmar esa utilización partidaria de Artigas. En definitiva, y para volver a acogernos en el nombre de la muestra que motiva estas reflexiones, el Frente Amplio construyó su propia ficción artiguista, que ya lleva varias ediciones. En ese sentido, si han podido reconocerse previamente la “leyenda negra” y la “leyenda de bronce” o “leyenda celeste”, bien puede identificarse también una “leyenda roja” de Artigas.
 
(*) Resumen de la exposición preparada para la mesa de cierre de la muestra Ficciones Artiguistas integrada junto a Daniel Buquet y Silvana Harriet. Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo, jueves 5 de mayo de 2011.

(**) Profesor de Historia y candidato a Doctor en Ciencia Política. Docente en Régimen de Dedicación Total de la Universidad de la República. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores.

Artigas: ficción vs. realidad
Daniel Buquet

Más allá de su existencia real todo lo que refiere a Artigas es ficción.
El aspecto físico que se le atribuye difícilmente se parezca al original, no sabemos ni cómo era y seguramente no lo reconoceríamos si nos encontráramos con él. Las imágenes de Artigas difieren significativamente entre sí. ¿Quién es más parecido a Artigas, Rubén Yáñez o Jorge Esmoris.
También existen diferentes versiones sobre sus actos y pensamiento. Independientemente de la objetividad de algunos “hechos” y textos, todas las versiones son válidas y lo que debe promoverse es el debate público entre ellas. En cambio, lo que se torna en verdadero peligro es la adopción de una “historia oficial”.
A comienzos de la década de 1880 se prohibió el Bosquejo histórico de la República Oriental del Uruguay de Francisco Berra por sus referencias a Artigas. Un siglo después la dictadura daba una versión peculiar del héroe.
Afortunadamente hoy vivimos en libertad pero los impulsos autoritarios nunca cesan. Por ejemplo, Guillermo Vázquez Franco advierte que en 1995 se observó a un docente de secundaria por, entre otras cosas, emitir “juicios que afectan la estatura moral de nuestro máximo Héroe Don José G. Artigas”. Se podría decir que un oscuro oficio elaborado por un burócrata es una simple excepción a la regla, pero en ese mismo tiempo un diputado nacionalista, Ágapo Palomeque se propuso censurar a un grupo musical que daba su propia versión de Artigas. La letra de la canción del Cuarteto de Nos es obviamente humorística, pero el problema no es la falta de sentido del humor del señor legislador, sino que la iniciativa no prosperó exclusivamente porque Artigas no reviste la condición de “símbolo nacional”. De todas formas, el entonces INAME, estableció que el tema no era apropiado para menores de 18 años y se dispuso que el disco debería exhibirse dentro de una funda negra.
Las versiones de Artigas tienen que circular y enfrentarse libremente porque no hay un “Artigas Verdadero”. Hay muchos discursos sobre Artigas y, en principio, todos son válidos. Con Artigas pasa lo que a Uumberto Eco con la rosa, sólo nos queda su nombre. Su nombre y el contenido material o espiritual que queramos darle, construyendo nuestro propio Artigas. En esta línea Gustavo Verdesio culminaba una nota diciendo “Créame el amable lector: no hay que tenerle miedo a nuestras propias versiones de Artigas. Por eso, en esta fecha patria, anímese y a Artigas póngale su firma.”
Y por eso mismo bienvenidas estas ficciones artiguistas que muestran precisamente eso, un amplio menú de Artigas y una invitación a armar uno de ellos.


MESA REDONDA FICCIONES ARTIGUISTAS 5/5/2011 MNAV
Lic. Silvana Harriet

Lo que nos convoca es, creo, reflexionar sobre las representaciones de Artigas, las percepciones sobre su figura, cómo ésta ha sido pensada a lo largo de la historia. Estamos frente a una muestra que recrea la figura de Artigas y que se propone como ficciones.

¿Cuáles son las relaciones entre la Historia con la ficción? Seguramente poco si hablamos de la Historia en cuanto al método, a la rigurosidad científica. Sin embargo, el cómo nos representamos al pasado es también objeto de la historia como ciencia; y esas representaciones son ficciones – no porque sean mentirosas necesariamente, sino porque son inventadas, en el sentido de construidas- que nos hablan de nosotros mismos, de la sociedad en la que surgen esas representaciones. Esas representaciones del pasado son constructos culturales y provienen de distintos ámbitos: desde la historiografía, desde la política, desde la literatura, desde las artes plásticas, forman parte de la memoria y la identidad colectivas. Y no son armoniosas ni concordantes entre sí; estas representaciones de los hechos y figuras del pasado hablan también de una disputa por el pasado, de un uso interesado del pasado según las ocasiones; de lo que se elige recordar y olvidar. A veces unas se usan a otras, contribuyendo conjunta e involuntariamente a la construcción de una memoria determinada.

Artigas ha sido evidentemente una de estas construcciones de nuestro pasado. ¿Qué hay de verdad y de ficción en el Artigas que recordamos con ocasión del Bicentenario, por ejemplo? Ciertamente hay mucho de ficción en la representación física de Artigas con la que convivimos – pensemos en el Artigas en la puerta de la Ciudadela de Blanes y en cómo fue pintado. Ahora, pensando al héroe desde otros planos, ¿qué Artigas se rescata en estas conmemoraciones, cuál o cuáles de esos múltiples Artigas que han circulado a través de la historiografía, los imaginarios, los discursos políticos y las obras de arte? ¿Qué predomina en esas imágenes, la verdad histórica o la ficción?

Esta muestra nos hace reflexionar sobre Artigas como un continente que se ha ido cargando a lo largo de nuestra historia de múltiples y variados contenidos. Desde la identidad nacional – el Artigas fundador del Estado uruguayo construido desde el último tercio del siglo XIX por la dirigencia política, la élite intelectual y la iconografía- hasta el Artigas revolucionario – con cara de Che Guevara- adalid de la reforma agraria y la justicia social, héroe cuya faceta jacobina ha sido exaltada desde la izquierda política y la historiografía de cuño marxista. Entre éstos, muchísimos Artigas, como por ejemplo el héroe de bronce sin conceptos políticos, resaltado por la  dictadura cívico militar, para la cual habría sido – expresado esto en los manuales escolares oficiales de Historia realizados en el período- una suerte de adelantado de la seguridad nacional, defensor de la “orientalidad” para cuyo fortalecimiento no habría rehuido el combate a las “ideas foráneas”. Un Artigas, entonces, sobre el que se han cargado diferentes proyectos políticos y concepciones de país, pero al mismo tiempo una figura incuestionada e intocable: el mito de Artigas.

La muestra nos lleva a transitar por una diversidad de representaciones de Artigas, así como a pensar en el Artigas que consumimos. Esto es, plantearnos qué Artigas recordamos y qué de Artigas recordamos y en definitiva usamos. Así, presentar un Artigas “fast food” trae a la mente, por ejemplo, los facilismos históricos y publicitarios que han convertido algunas de sus ideas fuerza en artículo fácil de digerir por todos, pero no ciertamente genuino.
Es por estos elementos, creo, que la muestra nos habla, más que de Artigas, de nuestra sociedad, de las formas en que se ha vinculado con el pasado, de los usos que ha hecho del mismo, de las relaciones siempre complejas entre historia y memoria. Es en esto en donde radica un potencial reflexivo más que interesante, en tanto nos recuerda que los héroes son construcciones – ficciones- , que las tradiciones, como dice el historiador británico Eric Hobsbawm, son también invenciones, y que lo que elegimos recordar habla de lo que queremos para el futuro.

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