TERCERA FICCIÓN


La pantalla oficia como una especie de juego multiplicador con respecto a posibles imágenes ficcionales de Artigas. No es una pantalla plana, no es neutral. Es una pantalla que elije una ficción fisonómica entre las tantas variantes previas. Sobre el rostro blanco, sobre la tela neblinosa, muy blanca, que lo cubre y lo revela, se proyectan otras tantas variantes extraídas de un rico conjunto con distintas procedencias iconográficas. Se produce así un juego que instaura una sutil, casi inasible ironía. El prócer es el rostro en altorrelieve y, al mismo tiempo, es la suma todas las referencias que sobre ese rostro se van proyectando. El espectador debe decidir cuál es la ficción que siente propia, en cuál afinca su pertenencia. Si quiere, en esa atmósfera de juego riguroso que traspasa toda la propuesta, decidir respecto a las ficciones ajenas. Respecto a verdades o engaños, a las posibles certezas o a las esquivas vacilaciones. 



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