QUINTA FICCIÓN


La intención de conducir ciertas ficciones como un juego se hace evidente en dos planteos de rompecabezas, de lúdicos modelos para armar. En ambos aparece el rostro del héroe como construcción ajena a fidelidades fisonómicas. Ha sido conformado por una nutrida suma de registros iconográficos, desembocando en un cierto estereotipo, por lo menos, el que se ha aceptado como verdad inverificable. El juego, tan simple como rigurosamente alusivo, se ofrece en modos diferentes. Por un lado, en tamaño importante, permite la participación directa del espectador, la posibilidad de armar la ficción con aciertos y errores similares a los que pueda haber tropezado la historia. Por otro, en seductor y humilde packing similar a los que se ven en almacenes o supermercados, se alude a un producto de consumo popular, código de barra incluido. Algo así como una ficción pronta para llevar, para ingerir al paso.



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